No somos poetas porque no morimos
ni siquiera viendo como mueren otros.
No somos poetas porque hemos crecido
de golpe y con prisa pisando despojos.
Porque imaginamos que somos humanos.
Porque no besamos cerrando los ojos,
y frente a lo que queda de un espejo roto,
poco nos importa el rostro del otro.
No somos poetas porque nos cansamos
y damos por hecho lo que no empezó,
y porque jamás abrazamos un sueño
diciendo después…!se nos escapó!
No somos poetas porque somos ciegos
y el mar que amanece nunca nos tocó.
Porque ni siquiera rozamos la culpa
y porque la lluvia nunca nos mojó.
No somos poetas porque no aprendimos
la lección suprema que nos da el amor.
No somos poetas porque nos mentimos
creyendo que somos un poco mejor.
No somos poetas porque la poesía
habita debajo del ego reinante.
Mientras que nosotros jugando a ser grandes,
perdemos la gracia en solo un instante.
Somos argentinos,
pero no poetas.
25 febrero 2010
09 febrero 2010
El viejo
Hacía cinco días que obligaba a mi memoria al difícil trabajo de la recordación.
Difícil para mí, que ya tengo ochenta y cinco años.
Hamacándome en mi sillón de mimbre, lento en mis movimientos, frotando mis sienes con mis viejas manos, trato que mi alma invite a mi mente a una evocación lejana. Tan lejana que apenas guardo una reminiscencia de ella.
Se que era niño, tengo una débil, pero creo acertada, remembranza de ello.
Pensarás que no tengo otra cosa que hacer, y estas en lo cierto.
A mi edad, cada vez con más frecuencia, me entrego a la rememoración de lo que viví. Sobre todo a mis épocas de niño.
Ese tiempo donde envejecer era una utopía.
Difícil para mí, que ya tengo ochenta y cinco años.
Hamacándome en mi sillón de mimbre, lento en mis movimientos, frotando mis sienes con mis viejas manos, trato que mi alma invite a mi mente a una evocación lejana. Tan lejana que apenas guardo una reminiscencia de ella.
Se que era niño, tengo una débil, pero creo acertada, remembranza de ello.
Pensarás que no tengo otra cosa que hacer, y estas en lo cierto.
A mi edad, cada vez con más frecuencia, me entrego a la rememoración de lo que viví. Sobre todo a mis épocas de niño.
Ese tiempo donde envejecer era una utopía.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)