16 diciembre 2009

El vuelo

Ana
Era un día importante, definitivamente importante. El sol estaba justo en el medio del aire. Yo miraba a mi alrededor, como buscándome a mi mismo.
El aeropuerto me gusto, no tanto como estructura, salvo los ventanales, que eran como cuadros pintados con las manos de un hombre libre y me mostraban esos inmensos aviones listos para partir a cualquier lado. Lo mismo me sucede con las autopistas. Son lugares que me hacen suspirar profundamente, para luego tomar envión y escapar, son escapes, necesarios escapes.
Cambiar de lugar es la única forma que conozco, hasta hoy, de ver la vida de otra manera…a lo lejos. Solo parecido a fumarse un porro, aunque esto último no necesite trasladarse físicamente.
El avión era enorme, aunque cabía cómodamente en mi imaginación anterior.
Los asientos, comparado con la inquietante libertad que veía por la pequeña ventana, eran una trampa mortal para mi mente que iba un poco mas adelante.
Fueron doce horas de trance, como si hubiera dormido con los ojos abiertos, y así lo hacía. Yo seguía buscándome y no me encontraba.
La cena, envasada y envuelta en nylon no me dio mucha confianza. La comí mirando la botellita de vino que en ese momento era una mujer observándome e invitándome a tocarla.
Termine de comer esas cosas extrañas y me serví una copa. Ya el aroma me calmo.
Me tome dos y volví a dormirme, mis ojos seguían abiertos. Donde estaría?

Trasborde en barajas y ahora, en un avión mas pequeño, nos dirigíamos a París.
Dos horas después el avión aterrizó.
Desde abajo observaba a mi amigo buscándome.
Bajó desesperado y me vio fumando un cigarrillo del lado de afuera del aeropuerto.
-No te vi bajar – me dijo un poco extrañado-
Recogimos las valijas y nos introducimos en la pequeña ciudad.
En el avión alguien dormía profundamente en un asiento, tal vez era yo…antes de llegar a París, claro.

1 comentario: