26 enero 2010

El árbol

Se despertó temprano, más temprano que de costumbre, cruzó despacio el corredor hasta llegar a la puerta del baño. Ya adentro se miró en el espejo y sonrió, faltaban solo dos horas para verla.
Ella no durmió, o al menos tuvo esa sensación; generalmente las personas duermen aún en la noche más tensa. Sabía que iba a ser un día especial, único e inolvidable.
Todo estaba programado.
La cita era en el parque, debajo del viejo árbol. El llegó primero, como todo caballero, se sentó junto al viejo macizo y esperó, como quien espera seguir soñando luego de despertarse.
Luego de estar quince minutos en trance, se recuperó y prendió un cigarrillo. Eso le daba más confianza.
Ella tomo el camino por detrás del parque, no quería que la viera, tal vez por ese caminar torpe que tienen los adolescentes, y que a ella le daba vergüenza. Rodeó el árbol como escondiendose y lo observó; se estremeció como la primera vez que lo había visto en la escuela.
Sin decir una palabra se abrazaron, acariciándose como si fuera la primera vez…y lo era.
Sentados y perdidos todo fue confusión, la hermosa confusión de no saber, el le quito sus zapatos colegiales, sus medias y acaricio sus pies fríos como el hielo, tal vez por inocencia adolescente o tal vez por la sabiduría de presentir que es un buen camino.
Ella se colgó de sus hombros, se aferró lo más fuerte que pudo, miró sus ojos y lo besó. El se dejo llevar por ella, años mas tarde comprendería que todos los hombres lo hacen por una mujer hermosa.
Se arremolinaron, se mezclaron, se perdieron en el juego de las hormonas, Sudaron, gritaron y por un breve instante adolescente fueron uno.
Mientras ella se ponía las medias, el prendió otro cigarrillo.
En lo alto, las hojas del viejo árbol temblaron, lloraron…el viejo árbol murió…tardara muchos años en caerse, no pudo soportar tanta soledad.

El miedo

La mirada lo decía todo, tenía el color del agua sucia estancada en un recipiente plástico.
Su nariz aguileña, apuntando hacia mí, parecía una espada oxidada de doble filo; cuya punta rozaba mi cuello.
Si bien era de día, todo se tornaba noche frente a su figura curvada y sin alma.
Emanaba una especie de vapor de maldad de su oscuro cuerpo inmóvil, pero dispuesto a matar.
Hubiera escapado, pero no pude.
Se llamaba miedo y acabó conmigo.

Zulma

Pequeña, bella. Con delicada entereza.
Feliz gemía hacia inmensas junglas lejanas.
Moviéndose necesariamente oblícua.
Perverso quiste redondo…sutíl.
Tenáz, única y verdadera. Zulma.

Volver

(Marion Cymbalista - Carlos Rivero)

Eran las cinco de la mañana y la noche se presentaba interminable, no quería volver a casa.
Deambulaba de un lado a otro como un perro buscando a su dueño.
¿Volver? –me preguntaba a mi mismo.
¿Volver a donde?
Eso, ¿volver adonde?, si para volver hay que haber salido. Pero esta todo tan quieto.
Tanto grito ahogado. Volver.
Si, volver, pero no encuentro por donde.
Seis pasos por acá, unos más por allá. Descanso, observo.
Volver…volver…volver.
Pero, ¿a que lugar?
Para que volver donde ya no estamos.
Maldita tendencia a repetirse, maldita noche interminable que espera que me canse.
¡No voy a volver!
Lo juro.
Aunque no esta bien jurar, pero lo juro de todas formas.
No voy a volver, no quiero volver…
El mundo se divide entre aquellos que se fueron y aquellos que vuelven, y yo…
Yo no voy a volver.

19 enero 2010

Felicidad

Es media partitura interminable
Mi mano acariciando un instrumento
Con ella toco mal las melodías
Con la otra las aristas de tu cuerpo

Es tiempo arrebatado al mediodía
La luna dejándose llevar
El alba en la playa de mis días
Las ganas cumplidas por azar

Mis ojos alumbrando otras miradas
La vaga sensación de no saber
El futuro imperfecto de mi vida
El fuego que enciende mi parecer

La calma en el medio de la nada
Llamando a una tormenta suavizada
El alud de palabras que le llegan
Al poeta que escribe madrugadas

Las lagrimas que limpian las pupilas
Del niño abrazado de algún sueño
El barco de la infancia navegando
Sin llegar jamás a ningún puerto

La magia del que vivió largo tiempo
Gastando su boca a carcajadas
Y al ver que le quedaba poca vida
Soñando que era joven se moría

Comprensión

Querido santa, desde mi mas pura inocencia podría aceptar que no tenés tiempo para llegar a todas las casas de los niños.
No se cuantos seremos pero imagino que muchos, repartidos por todo el mundo, que no solo pienso redondo, sino que además resbaloso.
Deberías contratar más enanos para tu fábrica de juguetes, podrías visitar todos los circos del mundo y darles empleo a esos chicos grandes con caras tristes, serian más felices.
Claro que habría menos enanos en los circos y eso seria un problema. A los niños nos gustan los enanos, están a nuestra altura.
Y si cambias a los renos por tigres?
Podrías bajar en la selva…nadie notaría la diferencia.
Y si te buscas una novia?.
Escuche por ahí que el amor resuelve un montón de cosas.
Ella podría ayudarte a envolver los juguetes en esos papeles coloridos y brillantes y además podría conducir tu carro.
Decime, si llueve?, salís igual?.
Si queres te regalo mi piloto, al menos podrías cubrirte la cabeza.
Sos amigo de los reyes magos?, ellos también podrían ayudarte.
Yo cuando tengo problemas llamo a los míos y me ayudan.
Yo seria tu camarada, tal vez espíe los paquetes, pero no tocaría ningún juguete que no sea para mi, no te preocupes.
Siempre me quedo despierto lo mas que puedo, aunque sea para ver como vuela tu trineo.
Todavía no lo vi, debe ser gigante. Tiene luces?.
Deberías afeitarte, sobre todo en verano.
Bueno querido santa, ya estoy teniendo sueño, espero que pases por mi casa, como lo hiciste hasta ahora.
Sos un capo.
Y si un día no llegas, no te preocupes.
Aunque no lo creas, nosotros te entenderíamos.