La mirada lo decía todo, tenía el color del agua sucia estancada en un recipiente plástico.
Su nariz aguileña, apuntando hacia mí, parecía una espada oxidada de doble filo; cuya punta rozaba mi cuello.
Si bien era de día, todo se tornaba noche frente a su figura curvada y sin alma.
Emanaba una especie de vapor de maldad de su oscuro cuerpo inmóvil, pero dispuesto a matar.
Hubiera escapado, pero no pude.
Se llamaba miedo y acabó conmigo.
POTENTE !!!
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