02 octubre 2011

New York

                                                                                                             
      «somos lo que deseamos"

Ana
Llegó como todas las noches, tarde y confusa, solo que esta vez también se sentía aturdida y cansada. Dejó su bolso de cuero sobre la mesa, suspiró profundamente y acarició su largo y ondulado cabello platinado desde la raíz hasta sus puntas, arrastrando con sus manos, dos hebillas color amarillo ubicadas una a cada lado de su cabeza.
Sentada en el borde de su cama, se quitó lentamente sus tacos negros y acariciando suavemente sus pies, vestidos con unas finas medias de nailon, dejó que sus manos inventen un camino llegando decentemente hasta su cintura.
Su pollera negra de escasos centímetros y un pequeño tajo en su parte trasera, quedó junto con sus manos a la altura de su ombligo. Tomando la media con sus pulgares, y bajando suavemente, se despojó de ellas.
Acomodó tres almohadones contra el respaldo de su cama y apoyó su espalda procurando estar lo más cómoda posible.
Ya recostada desabrocho su sostén y en un solo movimiento se quito su musculosa roja junto con el corpiño. Solo quedó en su cuerpo una diminuta tanga blanca semicubierta por su pollera caprichosa que no quería huir de la escena.
Sobre la mesa marrón, justo debajo de un espejo añejado, en cuyo interior se reflejaban dos hermosos ojos azules cubiertos por unas finas lágrimas contenidas, su bolso dejaba ver la empuñadura de una pistola calibre 45.
Poco a poco entró en trance. Sus manos acariciaron lentamente sus pequeños pezones erectos; sus uñas perfectamente pintadas de un color rojo sangre, buscaban desesperadamente un lugar donde ocultarse. Hurgo en su delicado ombligo mientras arqueaba su cuerpo bello y fresco.
Abriendo sus piernas la invadió un olor irrefrenable e inacabable a sexo y sudor; temblando de ansiedad, por debajo de su tanga y salteando hábilmente su minifalda, ubicó la palma de su mano derecha sobre su clítoris rosado y ahora hinchado; con la otra mano increpó a si dilatada bulba colándose firmemente dos dedos hacia el interior de su vagina.
Mordiendo su labio inferior empapado en saliva y rimel, gimió como una gata en celo recibiendo penetrantes cuerpos soñados; leves espasmos invadieron su ser, al compás de delicados aunque intensos movimientos perfectamente coordinados.
Al cabo de unos 10 minutos, un fluido transparente y viscoso se deslizó entre sus inquietos dedos. Un volcán de lava recorrió un corto espacio, llegando en un instante a su ano, relajado y dilatado;
con absoluta libertad lo acarició mientras su vagina latente descargaba eternos polvos demorados, sus ojos casi desorbitados escurrían lágrimas de amor y locura.
Una imaginada música llenó su habitación.
Un leve temblor recorrió su cuerpo recalando en sus hermosos pies, obligándolos a estirarse para volver a su lugar segundos después.
El tan deseado amor besó (al menos en sueños) sus labios perfectamente delineados y su cara aniñada dejo ver una pequeña sonrisa absurda.
Por unos segundos, la vida acabó.
Por un instante eterno, su vida explotó en espasmos sin ética ni moral.
Morbosas y egoístas sensaciones fueron solo suyas.
Ya libre de tanta agonía, prendió un cigarrillo y luego de dos largas pitadas, lo apago sobra la base de un pequeño cenicero azul.

Al otro lado de la ciudad, un hombre se arrastraba hacia su mesa de luz.
Al darse cuenta de su dificultad para incorporarse, desde el suelo y a pocos centímetros de su celular, extendió su mano sin lograr ni siquiera rozarlo.
Dando un certero golpe de patada sobre una de las cuatro patas de la mesita, esta cayó; entre papeles, un paquete de chiclets y un bolígrafo, yacía su móvil.
En un segundo noto que le faltaba la batería.
Apoyado sobre sus espaldas se arrastro hacia la puerta de entrada notando que dejaba una estela de sangre en cada perdido movimiento. Sus fuerzas ya eran pocas, sin embargo seguía con vida.
Respirando lentamente y tapando su estómago como si tapara una cañería pinchada, trató de encontrar la calma; una calma que ya no tenía.
Su sangre seguía brotando...
Se estiró lo mas que pudo; con un esfuerzo sobrehumano logró agarrar la manija de la puerta.
Fue en vano, estaba cerrada con llave.
-maldita puta!! -balbuceó.

Eran las 00.30 horas de una cerrada noche del mes de noviembre del año 1996, la ciudad de Nueva York empezaba a apagar sus luces...

Pamela

Pamela pinta colores sobre su rostro
y oculta su sonrojada filosofía
Pamela tiene una niña de porcelana
y sueños que se despiertan contando días

Pamela se contornea bailando rumba
y grita su inocultable y clara alegría
revelan sus ojos dulces la picardía
que llena mi noche larga de rebeldía

Pamela hoy es mi musa llena de amores
que vagan en mis recuerdos adolescentes
me pierdo en sus labios gruesos y me acomodo
en una suave caricia tan indecente

Palpito, pido y suspiro por unos besos
y aclaro que poco importa como me lleguen
me alcanza con que suspire leyendo versos
que nacen de mi poesía irreverente

Entonces solo me queda imaginarla
desnuda como una obra de algún pintor
que mira y sin dejar de poder mirarla
regala todo su arte y no pide nada 

Pamela sueña y desea, espera y sabe...
que el norte tiene mas suaves las madrugadas.

17 mayo 2011

No dejes

No dejes que se muera este poeta
Que solo con palabras te acaricia
Imaginando gotas de rocío
Nadando vagamente en tu sonrisa

Deseo que quien roce  tus caderas
Descubra lo que yo siento al mirarte
Imploro a mis palabras que recalen
En bellas conjeturas sin tocarte

Entonces poco importa si volamos
Con dioses de la misma travesía
Entonces me conformo con soñarte
Besando suavemente mi mejilla

Vos sos la musa de mis madrugadas
Yo soy el que te llena de poesía…

Mi noche

Ana
Mi noche cada vez se hace más larga
Como si ella quisiera que te escriba
Se empeña en mantenerme desvelado
Con suaves brisas sobre mi fatiga

Entonces  como si fuera en un sueño
Despierto acariciando tus pupilas
Y nacen de mis manos las palabras
Que llegan a tus ojos cada día

Deseo que el amor llame a tu puerta
No solo los catorce de febrero
Así tu corazón sigue alumbrando
La tierna convicción de un caballero

Que piensa que la noche se inventó
No solo para esperar la mañana
Sino para llenarla con amores
Que vagan despertando madrugadas

Entonces desde el balcón donde habito
Penetran como mágicos reflejos,
Como si ya llegara la mañana,
Caricias de una musa enamorada

 …sospecho que la luna me escuchó
La noche que le hable de tu mirada

26 abril 2010

Donde habito

Girando la llave hacia la izquierda ya siento la proximidad de mi casa, apenas detrás de la puerta.
Me gusta imaginar que se abre mágicamente invitándome a pasar.
Ya en el interior, dejando atrás todo peligro, en el pequeño hall aparece una pieza romana colgando de la pared.
Frente a mí, una abertura me invita a entrar a la cocina, situación que me pone bastante nervioso, ya que no acostumbro cocinar. De no ser por el pequeño canario mecánico que me saluda al chisquiar mis dedos, nada mas me llama la atención de ese lugar reservado solo para situaciones de compañía.
Girando a mi derecha entro en un pequeño pasillo, sobre ambas paredes, conviven fotografías de viajes que minuciosamente he colocado para no olvidar que existe un mundo allá afuera.
Antes de llegar a la diminuta mesa donde habita el teléfono, acompañado de una cuadrito donde mi mejor amigo y yo estamos abrazados, aparecen dos monedas antiguas.
Le sigue un cuadro de Michelangelo “la creación de Adán”, curiosa perspectiva del hombre unido a Dios. Entre el primero y el segundo cuadro de un tal Claude Monet, se ilumina una ventana fija cuya luz penetra desde la cocina.
A noventa grados nace la otra pared, sostenida por un cuadro desconocido que deja ver, a través de su vidrio, unas hojas color púrpura.
Seguidamente un bastón de caña, que ahora se pierde en mi habitáculo pero en otros tiempos supo sostenerme en una caminata interminable de setenta kilómetros, descansa.
Sobre el piso, una mesa de madera económica, deja reposar sobre su lomo una vieja Rémington, muda e imperturbable, la cual se adueña de todas mis esperanzas de ser escritor…esperándome.
Detrás de mí, emerge desde la base un placard que guarda celosamente mi ropa.
Bajando un escalón, me encandilan las botellas de whisky, haciendo suyos reflejos de claridad que ingresan desde el ventanal que da a la calle.
Con una medida generosa de Jack Daniels en la mano miro hacia el balcón que alguna vez supo volar, y aparecen cientos de ventanas ajenas a mí.
Pisando el segundo nivel, esta mi escritorio escoltado por dos impresoras.
Sobre su tapa un reloj, varias fotos entre las que se destaca la de mi padre, una pequeña pelota naranja, una flor hecha con papel de cigarrillo y un maravilloso árbol de alambre.
Antes de llegar al ventanal, la televisión escupe colores y sonidos.
Detrás mío la cama invita, no se a que, pero invita; la observa un tapiz que cuelga de la pared.
El ventilador es un habitante más de esta casa.
Sobre la silla del escritorio me veo a mí, escribiendo, no quiero interrumpirme así que me voy a dejar solo.
Recostado sobre mi cama, me fui en un sueño a otra parte.

02 marzo 2010

La última calle

Como en un barco en medio de una tormenta brava y espesa, mi cuerpo tiembla desesperado de amor.
Llueve y la ciudad no me da mucha esperanza.
Sobre el empedrado mis tacos luchan por no caer entre sus grietas, como cae y penetra tu cuerpo sobre el mío cada jueves.
Delante de mí, luchando con la lluvia, mi paraguas me guía como si tuviera vida propia; como si fuera él quien quiere que te encuentre.
Cruzo avenidas como la niña que tiene toda su vida del otro lado de algo.
Mis manos sudan sal de amor.
Cada tanto me detengo para ver el camino, que aunque no quiera, me lleva hacia ti, siempre.
Mi cuerpo sufre leves espasmos anticipando tus caricias de locura.
Todo es húmedo debajo de mi techo de tela.
Son cinco cuadras donde el tiempo pierde sus segundos.
No se que hora es, ni me importa.
Dudo. Solo un instante, pero dudo… ¿estarás esperándome?
Te veo al otro lado de la calle, te siento.
Corro a tu encuentro dejando el paraguas detrás, te miro y te beso.
Mi cara mojada esconde las lágrimas de amor que nunca habrás visto, esas gotas que solo te mostraré, el día que no estés al otro lado de la última calle.

25 febrero 2010

No somos poetas

No somos poetas porque no morimos
ni siquiera viendo como mueren otros.
No somos poetas porque hemos crecido
de golpe y con prisa pisando despojos.

Porque imaginamos que somos humanos.
Porque no besamos cerrando los ojos,
y frente a lo que queda de un espejo roto,
poco nos importa el rostro del otro.

No somos poetas porque nos cansamos
y damos por hecho lo que no empezó,
y porque jamás abrazamos un sueño
diciendo después…!se nos escapó!

No somos poetas porque somos ciegos
y el mar que amanece nunca nos tocó.
Porque ni siquiera rozamos la culpa
y porque la lluvia nunca nos mojó.

No somos poetas porque no aprendimos
la lección suprema que nos da el amor.
No somos poetas porque nos mentimos
creyendo que somos un poco mejor.

No somos poetas porque la poesía
habita debajo del ego reinante.
Mientras que nosotros jugando a ser grandes,
perdemos la gracia en solo un instante.

Somos argentinos,
pero no poetas.

09 febrero 2010

El viejo

Hacía cinco días que obligaba a mi memoria al difícil trabajo de la recordación.
Difícil para mí, que ya tengo ochenta y cinco años.
Hamacándome en mi sillón de mimbre, lento en mis movimientos, frotando mis sienes con mis viejas manos, trato que mi alma invite a mi mente a una evocación lejana. Tan lejana que apenas guardo una reminiscencia de ella.
Se que era niño, tengo una débil, pero creo acertada, remembranza de ello.
Pensarás que no tengo otra cosa que hacer, y estas en lo cierto.
A mi edad, cada vez con más frecuencia, me entrego a la rememoración de lo que viví. Sobre todo a mis épocas de niño.
Ese tiempo donde envejecer era una utopía.

26 enero 2010

El árbol

Se despertó temprano, más temprano que de costumbre, cruzó despacio el corredor hasta llegar a la puerta del baño. Ya adentro se miró en el espejo y sonrió, faltaban solo dos horas para verla.
Ella no durmió, o al menos tuvo esa sensación; generalmente las personas duermen aún en la noche más tensa. Sabía que iba a ser un día especial, único e inolvidable.
Todo estaba programado.
La cita era en el parque, debajo del viejo árbol. El llegó primero, como todo caballero, se sentó junto al viejo macizo y esperó, como quien espera seguir soñando luego de despertarse.
Luego de estar quince minutos en trance, se recuperó y prendió un cigarrillo. Eso le daba más confianza.
Ella tomo el camino por detrás del parque, no quería que la viera, tal vez por ese caminar torpe que tienen los adolescentes, y que a ella le daba vergüenza. Rodeó el árbol como escondiendose y lo observó; se estremeció como la primera vez que lo había visto en la escuela.
Sin decir una palabra se abrazaron, acariciándose como si fuera la primera vez…y lo era.
Sentados y perdidos todo fue confusión, la hermosa confusión de no saber, el le quito sus zapatos colegiales, sus medias y acaricio sus pies fríos como el hielo, tal vez por inocencia adolescente o tal vez por la sabiduría de presentir que es un buen camino.
Ella se colgó de sus hombros, se aferró lo más fuerte que pudo, miró sus ojos y lo besó. El se dejo llevar por ella, años mas tarde comprendería que todos los hombres lo hacen por una mujer hermosa.
Se arremolinaron, se mezclaron, se perdieron en el juego de las hormonas, Sudaron, gritaron y por un breve instante adolescente fueron uno.
Mientras ella se ponía las medias, el prendió otro cigarrillo.
En lo alto, las hojas del viejo árbol temblaron, lloraron…el viejo árbol murió…tardara muchos años en caerse, no pudo soportar tanta soledad.

El miedo

La mirada lo decía todo, tenía el color del agua sucia estancada en un recipiente plástico.
Su nariz aguileña, apuntando hacia mí, parecía una espada oxidada de doble filo; cuya punta rozaba mi cuello.
Si bien era de día, todo se tornaba noche frente a su figura curvada y sin alma.
Emanaba una especie de vapor de maldad de su oscuro cuerpo inmóvil, pero dispuesto a matar.
Hubiera escapado, pero no pude.
Se llamaba miedo y acabó conmigo.

Zulma

Pequeña, bella. Con delicada entereza.
Feliz gemía hacia inmensas junglas lejanas.
Moviéndose necesariamente oblícua.
Perverso quiste redondo…sutíl.
Tenáz, única y verdadera. Zulma.

Volver

(Marion Cymbalista - Carlos Rivero)

Eran las cinco de la mañana y la noche se presentaba interminable, no quería volver a casa.
Deambulaba de un lado a otro como un perro buscando a su dueño.
¿Volver? –me preguntaba a mi mismo.
¿Volver a donde?
Eso, ¿volver adonde?, si para volver hay que haber salido. Pero esta todo tan quieto.
Tanto grito ahogado. Volver.
Si, volver, pero no encuentro por donde.
Seis pasos por acá, unos más por allá. Descanso, observo.
Volver…volver…volver.
Pero, ¿a que lugar?
Para que volver donde ya no estamos.
Maldita tendencia a repetirse, maldita noche interminable que espera que me canse.
¡No voy a volver!
Lo juro.
Aunque no esta bien jurar, pero lo juro de todas formas.
No voy a volver, no quiero volver…
El mundo se divide entre aquellos que se fueron y aquellos que vuelven, y yo…
Yo no voy a volver.

19 enero 2010

Felicidad

Es media partitura interminable
Mi mano acariciando un instrumento
Con ella toco mal las melodías
Con la otra las aristas de tu cuerpo

Es tiempo arrebatado al mediodía
La luna dejándose llevar
El alba en la playa de mis días
Las ganas cumplidas por azar

Mis ojos alumbrando otras miradas
La vaga sensación de no saber
El futuro imperfecto de mi vida
El fuego que enciende mi parecer

La calma en el medio de la nada
Llamando a una tormenta suavizada
El alud de palabras que le llegan
Al poeta que escribe madrugadas

Las lagrimas que limpian las pupilas
Del niño abrazado de algún sueño
El barco de la infancia navegando
Sin llegar jamás a ningún puerto

La magia del que vivió largo tiempo
Gastando su boca a carcajadas
Y al ver que le quedaba poca vida
Soñando que era joven se moría

Comprensión

Querido santa, desde mi mas pura inocencia podría aceptar que no tenés tiempo para llegar a todas las casas de los niños.
No se cuantos seremos pero imagino que muchos, repartidos por todo el mundo, que no solo pienso redondo, sino que además resbaloso.
Deberías contratar más enanos para tu fábrica de juguetes, podrías visitar todos los circos del mundo y darles empleo a esos chicos grandes con caras tristes, serian más felices.
Claro que habría menos enanos en los circos y eso seria un problema. A los niños nos gustan los enanos, están a nuestra altura.
Y si cambias a los renos por tigres?
Podrías bajar en la selva…nadie notaría la diferencia.
Y si te buscas una novia?.
Escuche por ahí que el amor resuelve un montón de cosas.
Ella podría ayudarte a envolver los juguetes en esos papeles coloridos y brillantes y además podría conducir tu carro.
Decime, si llueve?, salís igual?.
Si queres te regalo mi piloto, al menos podrías cubrirte la cabeza.
Sos amigo de los reyes magos?, ellos también podrían ayudarte.
Yo cuando tengo problemas llamo a los míos y me ayudan.
Yo seria tu camarada, tal vez espíe los paquetes, pero no tocaría ningún juguete que no sea para mi, no te preocupes.
Siempre me quedo despierto lo mas que puedo, aunque sea para ver como vuela tu trineo.
Todavía no lo vi, debe ser gigante. Tiene luces?.
Deberías afeitarte, sobre todo en verano.
Bueno querido santa, ya estoy teniendo sueño, espero que pases por mi casa, como lo hiciste hasta ahora.
Sos un capo.
Y si un día no llegas, no te preocupes.
Aunque no lo creas, nosotros te entenderíamos.

16 diciembre 2009

El vuelo

Ana
Era un día importante, definitivamente importante. El sol estaba justo en el medio del aire. Yo miraba a mi alrededor, como buscándome a mi mismo.
El aeropuerto me gusto, no tanto como estructura, salvo los ventanales, que eran como cuadros pintados con las manos de un hombre libre y me mostraban esos inmensos aviones listos para partir a cualquier lado. Lo mismo me sucede con las autopistas. Son lugares que me hacen suspirar profundamente, para luego tomar envión y escapar, son escapes, necesarios escapes.
Cambiar de lugar es la única forma que conozco, hasta hoy, de ver la vida de otra manera…a lo lejos. Solo parecido a fumarse un porro, aunque esto último no necesite trasladarse físicamente.
El avión era enorme, aunque cabía cómodamente en mi imaginación anterior.
Los asientos, comparado con la inquietante libertad que veía por la pequeña ventana, eran una trampa mortal para mi mente que iba un poco mas adelante.
Fueron doce horas de trance, como si hubiera dormido con los ojos abiertos, y así lo hacía. Yo seguía buscándome y no me encontraba.
La cena, envasada y envuelta en nylon no me dio mucha confianza. La comí mirando la botellita de vino que en ese momento era una mujer observándome e invitándome a tocarla.
Termine de comer esas cosas extrañas y me serví una copa. Ya el aroma me calmo.
Me tome dos y volví a dormirme, mis ojos seguían abiertos. Donde estaría?

Trasborde en barajas y ahora, en un avión mas pequeño, nos dirigíamos a París.
Dos horas después el avión aterrizó.
Desde abajo observaba a mi amigo buscándome.
Bajó desesperado y me vio fumando un cigarrillo del lado de afuera del aeropuerto.
-No te vi bajar – me dijo un poco extrañado-
Recogimos las valijas y nos introducimos en la pequeña ciudad.
En el avión alguien dormía profundamente en un asiento, tal vez era yo…antes de llegar a París, claro.

07 diciembre 2009

Colores

Piense en colores; no en uno ni en dos, sino en muchos entremezclados.
Abra una botella de vino tinto, huela el corcho vuelva a taparla y ubíquela sobre la mesa, relájese.
Corra todas las cortinas de las ventanas, deje que la noche penetre en el lugar.
Observe su sillón e imagine, tendrá la sensación que su corazón se acelera y su sangre corre como un rió bravo buscando un cauce para calmarse; no se alarme, disfrútelo.
Evite quedar frente a los espejos de la casa, podrían atraparlo para siempre.
Encienda un cigarrillo y déle una pitada. Exhale el humo hacia arriba, ¿lo ve en colores?, ¡perfecto!
Los platos están ubicados uno enfrente del otro, el botellón de vino actúa como un faro para ellos, los mantiene cerca (como si los objetos también participaran esta noche)
Encienda dos velas.
Siéntese sobre el sillón que descartará luego y deje caer sus párpados hasta que el sonido del timbre lo excite. Abra la puerta.

Mire como un niño, si no lo logra cierre los ojos intensamente durante tres segundos y vuelva a abrirlos.
Asómbrese, enmudezca.
Pierda la calma y encuéntrela nuevamente, si puede hacerlo notara que es distinta, como si todo estuviera mas lento.
Despéinese. (De todas formas no tiene opción)
Actúe como si esa belleza fuera para usted.
Diríjase a la cocina, suele calmar la ansiedad. Invítela a probar la salsa con un pedacito de pan llevado a su boca por usted, roce sus labios con sus dedos.
Bésela apasionadamente o como le salga, pero bésela. Tómela de la mano y llévela lentamente a su dormitorio, no olvide evitar el sillón.
Acaricie el contorno de su cuerpo como un ciego tratando de ver, siéntala.
Empiece por sus pies y suba lentamente, deje que sus manos lo guíen, confíe.
Recorra todo su ser con su lengua, sumérjase. Tómela suavemente de la nuca y entre en su organismo. Muévase, sude y grite.
Muera como un poeta y resucite como un cristiano.
Despierte. ¿Esta en su sillón?, perfecto.

No se higienice, de no ser por los vecinos mirando a través de su ventana, usted está solo y puede hacerlo mañana.
Si lo prefiere, tómese el vino, guarde los platos y no olvide apagar las velas. Podrían provocar un incendio innecesario.
La cocina estará en perfecto desorden y nada abra en el fuego.
¿Ve en blanco y negro?
No tema...los colores tienden a volver.

Musas

Era una cálida noche de verano de esas que exhalan un fino aire de primavera llegando a su fin.
Había llegado de madrugada, ebrio y sudado. Ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, sentado en su silla de madera barata, observando y acariciando con amor su vieja rémington como si de esa manera lograra que un papel, casi tan viejo como él, se impregne de palabras por voluntad propia.
Era su manera de obligarse a escribir, esperando una respuesta ajena, de un objeto inamovible, como si esa fantasía lo librara de una tarea tan difícil.
Pasado este ritual, ante la falta de respuestas y haciendo sonar los huesos de sus dedos, tomó un pequeño sorbo de whisky y se sumergió lentamente en el inmenso océano de la escritura, lugar en el que las palabras, como si fueran peces, se le escapaban de las manos.
Tenía que haber alguna esperanza.
Pensó en la muerte y en la vida, para descartar inmediatamente los absurdos.
Creó en su mente una mujer, la besó y quitándole la ropa lentamente se perdió en ella.
Luego de varios minutos se reencontró con él mismo, recuperando la respiración y ya mas calmo, se sirvió otro whisky. Cerró sus ojos y dormito unos minutos.
Encendió un cigarrillo y pensó en su madre.
Como si estuviera a su lado la abrazó, le pidió consejos y la invitó a escribir.
Ante la negativa de ella, levantó sus brazos y estirando su espalda lo más que pudo, giró su cabeza hacia atrás para pedirle a su amigo, que ahora estaba sentado detrás de él, que le cuente alguna historia.
¿Historias? –Dijo su amigo-
Te puedo contar mi separación, ¡para eso vine!
Tardó cinco minutos en echarlo, y aprovechando que tuvo que bajar a abrirle se fue a comprar cigarrillos. Caminando por la avenida se le presento un campo visual interesante.
Vió gente yendo y viniendo vaya a saber uno a donde. Pobres pidiendo limosnas, pibes con miradas turbias, adolescentes estúpidos cansados de no hacer nada, y mujeres que no eran de él, ni de nadie.
Atrapado por la corriente de gente diversa, y sin poder elegir su camino, entró en la boca del subte. Desesperado pero curioso dejo que el rebaño lo lleve hacia abajo.
Ya dentro de un vagón tan extraño como él, dejó que su cuerpo y su mente se duerman. Era algo que solía hacer cuando no tenía salida.
Lo despertó un hombre negro, y en un idioma que él no entendió lo invito a retirarse.
Buscando un claro en su oscuridad, se dirigió hacia una luz que penetraba desde lo alto de una escalera. Entre personas hablando en un idioma que seguía sin entender, logró salir.
Frente a él, las calles de perfecto empedrado lo confundieron.
Dio vuelta su cabeza y busco el nombre de la estación, sus ojos leyeron “Bastille”, estaba en París.
Alquilo una habitación y comenzó a escribir su obra.
Ya terminada se la enviaría a su padre.

En buenos aires, Lorenzo miraba fijamente la rémington.
Tomó un sorbo de whisky y algunos más.
La noche exhalaba un fino aire de primavera llegando a su fin.
Ebrio y sudado elevó sus ojos hacia el papel, tan viejo como él.
Ante su mirada asombrada, las palabras comenzaron a aparecer mágicamente.

21 julio 2009

8 y 10

(a Alex)

Aquella tarde fue que me enseñaste
A hacer de la impostura un sacramento
Cuando te dije vamos que ya es tarde
Mirando mi reloj burlaste al tiempo

Corriste a los rincones del salón
Soñando con sus manos de algodones
Dejándole una luz a los mirones
Para que noten de una buena vez,
Que mal que se la pasan los mayores

Los ojos de clarita te dijeron
Me hicistes en el hielo una pradera
Y vos sin decir nada le dijiste
Me voy debiéndote la primavera

Y yo desde el balcón de la locura
Pase la noche hablándole a la luna
Y antes que empezara a amanecer
Detuve mi reloj y la bese…

Aquella tarde queda para vos
El resto te lo debo de momento
La noche se esfumo con la mañana…
La noche que aprendí a burlar al tiempo

A mi primo

(a Horacio Rivero)

nace el canto por la noche
y se duerme a la mañana
no sin antes perpetuarse
como imagen en la almohada

el se empeña en recordarme
que el día menos pensado
cante con vos a dos voces
la canción que había soñado

Serrat canta su poesía
sabina habla canalladas
vos y yo armamos el dúo
de la noche a la mañana

dedicarla a otro seria
solamente armar barullo
que sea para Lorenzo
para el mío y para el tuyo

te agradezco para siempre
el aceptar mi llamado
a la escena de mi noche
y confirmarme de nuevo...

que los sueños que yo tengo
rara vez nunca pasaron

10 enero 2009

Tormenta

(Lorena Kalwill - Carlos Rivero)

En tus ojos nace el alba
De mi eterno mediodía
Y le suplica a la luna
¡No los cierres todavía!

Me sumergiré en tu fuente
Entre burbujas y espuma
Para rozar tu paciencia
Que desespera en la cuna

Paradoja de la vida
Que te sostiene y te hunde
Déjame tomar tu mano
Mientras dos cuerpos se funden

Permitime la soberbia
De pedirte todavía
Que me esperes a la vuelta,
Que tu desdicha es la mía

¡Qué raro sueño el amor!
¡Qué raros esos momentos
Cuando casi sin querer
Siento que te trae el viento!

Quisiera poder quedarme
Más allá de la tormenta
Hasta que al final el sol
Alumbre y me hagas la cuenta
De todo lo que te debo,
De todo lo que te he dado;
Y en un suspiro de ciegos,
Despertar del otro lado